[El olor de la Taberna de Elvine es denso. La fogata del gran hogar central se ha consumido hace varias horas, y larga un humo negro espeso. La luz tenue de dos viejas lamparas a resina apenas alcanza a iluminar lo suficiente para reconocer el ya viejo mobiliario. El polvo sobre mesas y bancos deja en evidencia la enfermedad terminal de aquel lugar, alguna vez lleno de vida y acción. Detrás del mostrador, en una fragua de barro, una vieja y enorme olla continua hirviendo, casi a punto de fundirse, esperando ser de utilidad para preparar manjares, para comensales que sabe, nunca llegaran. Los buenos tiempos han pasado. La guerra se ha llevado todo.]
[Desde el fondo, el viejo Emeron, uno de los pocos ciudadanos (si es que cabe decirle ciudad a las ruinas de la vieja Elvine) se asoma a mirar hacia el lobby central, luego de sentir algunos ruidos]
(serán las ratas otra vez. Ya nada las detiene.. Aunque si las sigo cazando me quedare solo.)
*Moviendo la cortina que separa la cocina de la despensa del fondo asoma la cabeza para mirar*
(oh dios! Clientes... ¿CLIENTES?)
*se refriega las manos en su delantal y sale a paso ligero a encontrarse con el visitante*
[A paso torpemente ligero y dejandose llevar por la emoción de una cara nueva, Emeron se lleva varias mesas por delante, hasta que logra llegar a donde esta sentado el Viejo]
*Sacando un trapo del bolsillo del delantal y mientras baja una silla, sacude una mesa*
- Amigo, bienvenido a mi hogar! - Siéntese aqui! *golpea el respaldo de la silla que acaba de limpiar* Disculpe la suciedad, es que.. No esperabamos visitantes!
(Nunca los esperamos)
- Mi nombre es Emeron, dígame en que puedo servirle!